lunes, 16 de abril de 2018

UN BOQUETE EN EL ESTÓMAGO

...también una elevación de los pulmones que acabó estrujándome la garganta, un hormigueo en las extremidades y un flujo de lágrimas que pugnó, sin éxito, por romper hacia afuera. Tales fueron las sensaciones físicas que me produjo uno de los momentos cumbres de "Stabat Mater", la obra coral y sinfónica en diez movimientos que creó Antonín Dvorák tras sufrir dos gravísimas pérdidas familiares. No hubo la menor connotación religiosa en todo ello, pese al trasfondo de la composición y al hecho de interpretarse en una iglesia (la de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en Madrid). Fue, supongo, la confluencia de esa imponente explosión musical de más de ciento cincuenta voces y docenas de exaltados instrumentos con el abismo del misterio que a veces se abre en mi interior. Una vivencia para el recuerdo que debo agradecer a la Orquesta Juventas y a la Coral del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. A la primera he tenido ocasión de disfrutarla varias veces en el salón de actos de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense, en sendos conciertos bien dirigidos por Rubén Fernández; una agrupación solvente y muy afinada que constituye un auténtico vivero de buenos músicos. La Coral, por su parte, supo dar a "Stabat" toda su dimensión artística y la plena grandeza trágica que, en su momento, necesitaba expresar Dvorák. Muchos cientos de familiares, amigos y conocidos de los numerosos intérpretes formaron una larga cola en la calle para abarrotar finalmente el templo, sobre todo de pie, en medio de grandes incomodidades. Pero el acontecimiento mereció esa pena.

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